HISTORIAS CON CORAZON


Ayer he asistido a una clase de biodanza en Madrid. Como es habitual he salido repleto de nutrición afectiva, abrazos muestras de cariño y afecto todo lo que nos podemos imaginar.
 
Al salir he tomado el metro para llegar a casa de mi hijo. Voy observando todo lo que me rodea con calma y alegría. Llego a la entrada de la estación. Para comenzar el expendedor de billetes del metro no contempla instrucciones claras de funcionamiento. Hace ya un tiempo que no resido en Madrid y esto ha cambiado bastante. Hoy he tomado el metro tres veces. En total tres tarjetas compradas a 4.20€ cada una. Ahora me doy cuenta que parece ser que son recargables y sustituyen a los billetes antiguos. No existe ningún cartel próximo a la maquina expendedora que explique esto. Casualidad o manipulación para que el ciudadano se entere por su cuenta y mientras tanto dinerito extra para la empresa.
Una vez en el vagón sigo observando. A mi lado una madre un tanto desesperada se empeña en hacer comprender a su hijo de un año o poco más que no puede tirar tantas veces el chupete al suelo, ardua tarea acompañada de alguna sacudida en su brazito.
 
Al otro lado en la puerta dos chicas pre-adolescentes inician una competición por conseguir los favores del chico que les acompaña, también de su edad. Cómo es de esperar él  ni se percata, su naturaleza está en otra cosa.
 
Justo enfrente dos viejitos, una pareja permanecen unidos por sus manos, sin decir palabra, la mirada perdida. De pronto surge entre ellos una discusión acalorada por la parada óptima para bajar.
 
¿Qué nos está pasando? ¿Qué sociedad hemos creado entre todos? ¿Qué espacio damos al encuentro, a la afectividad, a la ternura?
 
Pienso en el amor encerrado y reprimido. Cuánta ternura acobardada y sacrificada al dios del tiempo y la necesidad loca. Al fin solo son historias de un observador.
 
Ah!!! En estos momentos regreso de nuevo al pueblito donde vivo. Allí no hay metro, no existe zonas de ocio, no hay grandes desplazamientos ni centros de diversión. A cambio los vecinos me saludan y comentan- te fuiste unos días, no te vimos por aquí. Al entrar en uno de los tres bares del pueblo, donde suelo parar todas las mañanas me dicen - te pongo el café como siempre. Yo asiento con la cabeza y me encuentro feliz. Entre sorbo y sorbo pienso.  Solo son historias.
 
Un abrazo desde el corazón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario