Frio en el alma

 

Ayer regresaba de una estancia corta pero intensa en Madrid. Regresaba de un viaje cargado de emociones donde los sentimientos pasaban galopando al ritmo frenético que pasaban las horas.

 Viajaba con mi hija y mi exesposa. En mi condición de padre separado me encontré en la situación insólita de buscar un alojamiento para mi porque no pudo ser alojarnos los tres juntos, esto provocó un cataclismo interior que me hizo dudar de la necesidad de hacer este viaje, no obstante, prevaleció el acompañar a mi hija a conocer a su primera sobrina, lo cual me hacía ilusión y me llenaba de placer de padre.

Una vez allí me pude alojar con uno de mis dos hijos, el que no había sido padre, pensando obviamente que estaría menos ocupado. Pensamiento erróneo, estaba en un momento álgido de trabajo. No obstante, he sentido su acogimiento tanto por el como su pareja, tutelado en todo momento. Hemos tenido oportunidad y ganas de hablar desde el corazón y esto ha reforzado el lazo afectivo en sobremanera, los abrazos encontrados, cálidos y amplios, han sido muy sanadores.

También el encuentro de Ariadna mi hija, con la hija de su hermano, Luna dibujó un tatuaje de amor en el corazón. Al levantar la vista y encontrarme la mirada profunda de su padre, mi hijo mayor, tuve que reprimir algunas lágrimas que ya discurrían por mis ojos.

Terminó… Todo acabó ayer. De pronto y demasiado pronto en la mañana, el avión aterrizaba aquí en la isla que ya comienza a ser mi hogar, mi sitio. Al abrir la puerta de una casa vacía de todos estos días, al no sentir la calidez de mi hija que ya circulaba en el coche a casa de su madre en la que permanecerá los próximos siete días. Al poner conciencia en que mis dos hijos, sus familias, ya estaban de nuevo lejos de mí.

Me encontré demasiado solo, con esa soledad impuesta y no elegida de la que tantas veces he hablado, me derrumbé en el sofá y sentí frio.

“Ahora estoy con frío en el cuerpo y en el alma. Del cuerpo se encargan los radiadores, del alma ya es otra cosa. Tengo un poco de vacío, una sensación rara cuando me despedí de mis hijos primero y luego de Ariadna que se fue con su mami. Me ha comido un poco la soledad impuesta. Mañana será otro día.”

Este es el mensaje que acerté a escribir contestando a una amiga una vez pude reposar mi soledad.

Ni que decir tiene que casi de inmediato recibí su llamada solidaria y acogedora, al rescate. Un buen rato hablando, pude sentir cómo mi cuerpo de nuevo tornaba al cálido abrigo del hogar me di cuenta que mi hogar y mi alma se habían atemperado.

Hoy es otro día, hoy ha amanecido un sol esplendido y los fantasmas y los vacíos ha huido en la noche. Hoy doy gracias a la vida por estar aquí, por haber permitido que siga viviendo, por estar rodeado de gente preciosa y bonita que me acompaña en este viaje y sobre todo por permitirme sentir la vida en toda su manifestación.

Diario de un náufrago a 25 de octubre 2021. Segundo año de la pandemia.