Hoy he tomado café donde casi todos los días desde que vine
a vivir a Palma.
Cuando salía de casa he sentido un movimiento inusual, como
un traquetreo que no podría decir en qué consistía, pero había algo fuera de lo
habitual.
Al doblar la esquina dos policías que no debían estar allí,
una vecina hablando con otra de forma muy callada, en una acera normalmente
desierta y donde la vida no se detiene nunca a charlar.
Al llegar al café y sentarme en la mesa me sentía inquieto,
algo no estaba como debería estar normalmente. Todo en una apariencia de seguir
lo cotidiano. Hasta que, por fin y justo a mi lado, de una mesa a otra salta la
revelación trágica. Alguien se arrojó por una terraza justo en el edificio de
al lado mío.
Un joven de unos cuarenta comienza a explicar a una señora
mayor de mesa a mesa como ha vivido la tragedia. Regresaba del trabajo y al
pasar al recinto, el vive en el mismo edificio, la encontró ahí tirada, inmóvil,
no había nada a su alrededor que pudiera clarificar el encuentro, pero el supo
en ese mismo instante que ya no estaba, que se había ido sola, sin decir adiós,
sin despedirse.
Este joven todavía conmocionado buscó en si mismo que hacer
y en este momento repara que alguien a su lado, otro desconocido esta
llamando a emergencias.
Después lo habitual, lo técnico, la policía, la ambulancia y
el juez, esto llega mas tarde, cuando ya está todo el drama ejecutado y la
puesta en escena llega a su fin.
Antes, horas antes y esto forma parte de la ficción de
vivir, una anciana de setenta años, que vive sola después de toda una vida
educando, cuidando, y soportando la carga familiar posiblemente de un marido y
unos hijos a veces demasiado duros con ella. Vive sola.
Una anciana que posiblemente por ultima vez consulta su antigua
agenda de teléfonos de los "por si acaso" y descarta muchos por "el para qué
importunar", una anciana que a lo peor ha recibido un diagnostico demasiado duro
para afrontar sola, o a lo peor, peor, ha recibido la noticia de una despedida aún
más dura.
Algunos dirán que no era para tanto, otros dirán que estaba
enferma, los mas allegados puede que hasta se den cuenta de cuanto podían haber
escuchado su silencio. El hecho es que nadie estaba allí.
Las enfermedades diagnosticadas modernas del siglo XXI
pueden matar. La soledad también.