UNA LECCION SENCILLA DE AMOR


Instalador de la estufa nueva de Pellet. Es un hombre de unos 40 años de piel negra muy cuidadoso por su aspecto y por la forma de tratar el entorno. Me refiero a mi casa y mis cosas, aunque observo también delicadeza en sus movimientos y sus manos al tratar sus herramientas. Sus cosas… las suyas, las trata con cuidado, diría con mimo y afecto.

Me llama la atención y yo, que observo desde la media distancia no puedo por menos de preguntar a modo de iniciar una posible conversación.

¿Dará suficiente calor la estufa para calentar toda la casa?. En realidad esto ya lo sé pero es una forma de abordaje. Después viene la pregunta clásica. ¿De donde eres?

Me contesta muy cordialmente. De Nigeria y acto seguido me especifica, de Lagos.

Comenzamos una conversación muy cordial y entretenida en la que pronto me entero que nó. Que Lagos no es la capital de Nigeria que ahora es Abuya. Aunque rápidamente me especifica las diferencias que hay entre Lagos y Abuya.

Se siente orgulloso de haber nacido en lagos. Aquí comienza a sorprenderme, no se vanagloria porque sea una ciudad más grande, más comercial con más oportunidades. Lo que realmente le enorgullece es el acceso que ha tenido a la educación, a la posibilidad de estudiar…

La conversación sigue mientras los tubos de la estufa crecen hacia arriba formando el tronco de una palmera. Hablamos de la gente suya de la que vive hacia el  norte rondando con países musulmanes y se entristece y entorna la mirada cuando me habla de estas poblaciones rurales apegadas a las costumbres y a las religiones.

 Se proclama no muy religioso y me cuenta porqué. Para el dios es el propio hombre que se hace así mismo haciendo el bien. Cuando no obra bien dios no está allí porque todo lo que nos rodea en la naturaleza está bien hecho. Conforme a dios. Solo el hombre es capaz de la maldad.

Habla de sus padres, de su madre muy cristiana y creyente y de su padre que siempre le acompaño y le enseñó a ser un hombre.

De pequeño con siete años. Imagino que aquí el equivalente de madurez seria los 14 o 15 mínimo. Le llevó a la cocina de la casa y encendieron fuego y pusieron hacer comida. Cuando estuvo cocinada agradecieron a dios el haber comido. Su padre le dijo, mañana lo haremos al revés. Vamos a dejar encendido el fuego, rezaremos y después comeremos. Al día siguiente después de levantarse encendieron fuego, pusieron una cazuela vacía y se pusieron a rezar. Evidentemente a la hora de comer allí no había comida. Su padre le dijo. Lo que quieras comer lo tienes que poner tu hijo porque si no, no habrá comida.

Sencillo y magnifico el padre que supo inculcarle a su hijo de esta manera tan sencilla y amorosa lo que significa el trabajo y el esfuerzo diario.

A veces bajo la manta de la apariencia encontramos tesoros ocultos de un calibre excepcional.

También a veces, los prejuicios, la falsa educación y nuestras convicciones religiosas nos impiden ver por debajo de la manta.
 
21/9/2017. Antonio Juanas.