El año pasado comenzó para mí con un gran cambio en lo
personal que me sumió en un mar de dudas. La separación de mi pareja provoco un
cataclismo emocional que costaba mucho superar.
Aun tras poner en marcha todos los recursos adquiridos
durante tantos años me veía incapaz con esta edad que me acompaña en este
momento para superar la crisis
En principio cuando sientes que todo se derrumba e igual que
un náufrago se agarra a cualquier asidero te agarras a cualquier resquicio que alberga
alguna esperanza en el corazón.
Esto en lugar de confortar hace de catalizador para que el
dolor aumente de manera exponencial. Un dolor que atraviesa de parte a parte y te
rompe en la soledad de la tarde en el sillón.
Poco a poco otros protagonistas aparecen en escena y aquí esta
lo indispensable para poder atravesar el calvario. Abrir la puerta de tu
intimidad para que puedan tomar presencia. En este momento comienzan a aparecer
destellos de realidad compartida que suavizan los caminos del alma hasta
hacerla sonreír.
En mi caso el primer destello fue mi hija que lejos de
amilanarse y arrinconarse cuando su universo quedo a la deriva completamente
roto, supo pese a sus pocos años acompañar y transitar por el proceso
manifestando una capacidad de afectividad fuera de lo habitual.
Ningún reproche, alguna suplica de explicación y muchas
sonrisas y te quieros, fueron como un bálsamo para el corazón herido.
El segundo destello no menos importante viene de la gente
querida que me rodea. Si eres capaz de abrir tus sentidos comienzas a recibir
señales que como faros en la oscuridad te indican que están ahí. Poco a poco
comienzas a recibir muestras de afecto y cuidado que consiguen sacarte del
ensimismamiento y vas camino de recuperar esta parte de vida que te corresponde.
Así va pasando el tiempo y se va culminando el proceso de la
separación. Porque en contra de lo que habitualmente pensamos una separación de
alguien que ha amado de verdad y ha sido amado de la misma forma, no se rompe
en un instante, ni en un mes y ni tan siquiera cuando firmas los papeles de
divorcio.
Una separación se siente en las entrañas y duele. Duele
sentir los espacios vacíos, duele pasar las horas en el sofá y duele la huella
de la cama que ya no se va a ocupar. Y todo esto se siente en las tripas y te
rasga como un cuchillo en la soledad no elegida.
Por eso cuando tienes el privilegio de que te arropen todos
estos duendes como a mi me han arropado, solo puedes dar las gracias a la vida
por haber tenido el sentido común y el privilegio de permitir que te rodearan y
fueran capaces de darte calor.
Durante el proceso aparece de nuevo la actividad, pronto te
ves en una vorágine de nuevos proyectos, el ser humano necesita recuperarse y
este camino hacia la luz es lo que denominamos resiliencia.
Hace unos días justo el día de reyes ha pasado un año, aun
es un plazo en el que todavía quedan resquicios pero la nueva vida se impone y
este año 2020 lejos de constituir una amenaza lo siento como un principio de
oportunidad rodeado de seres queridos que me animan y me contienen en lo
emocional. He recuperado recuerdos preciosos y reencuentros muy valiosos que al
estar viviendo en familia parecía que se habían desvanecido.
Algo he aprendido en todos estos años y ha sido que nuestra actitud
y nuestras acciones constituyen la mayor herramienta para construir una red
afectiva nutritiva y cuidadora. Que, si tu estas ahí y eres capaz de escuchar y
cuidar, por ende, estas construyendo un vinculo que no se deshace en la
distancia y que tarde o temprano cuando lo necesites te salvara como una red
protectora que se extiende sobre ti.
Ahora me encuentro de nuevo resurgido y lleno de vida. Amo vivir y doy gracias a todos aquellos que
me han ayudado en este proceso.
Antonio con gratitud.
Un texto muy bonito. Eres bueno, fuerte y estoy contenta de ser tu amiga
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